El tercer trimestre fue bastante tranquilo, aunque seguro que no soy la única a quien se le hizo eterno. Especialmente a partir de la semana 34 en la que me dijeron que tenía el cuello del útero bastante corto y había posibilidades de que el parto se adelantase, por lo que debía hacer reposo relativo y dejar mis paseos mañaneros hasta la semana 36 en la que ya no existía riesgo si el bebé hubiera decidido nacer.
El problema es que durante esos días cogí algo más de peso, aunque gracias a los paseos que di hasta entonces, fue el trimestre que menos engordé (en total fueron 17kilos) y también, al moverme menos, empecé a tener algunas molestias en la espalda y se me hincharon mucho los pies (consecuencia también del calor).
A pesar de las prisas que parecía tener, finalmente me puse de parto estando de 40 semanas y 4 días. Mi miedo (como el de toda primeriza, jajaja) era no reconocer los síntomas de parto, pero vaya si los reconocí. Ese día tuve monitores y revisión. Ya había escuchado que muchas mujeres se ponen de parto tras la exploración y en mi caso así fue. Quedé con el doctor en que si no me ponía de parto antes, ingresaría tres días después (en la semana 41) para provocarmelo. Pero nada más llegar a casa empecé a encontrarme rara. Intenté sentarme en la pelota de pilates para dejar programadas algunas entradas de blog, pero me encontraba muy incómoda, como con ganas de ir al baño. Al rato empecé con dolor de lumbares y tuve que dejar el ordenador para tumbarme, porque no aguantaba sentada. En seguida llegó Rubén y le pedí que preparase él a comida y pidió una pizza; como yo me encontraba tan mal no me importó. Entonces empezó la primera contracción, a las 15:40 y la siguiente 10 minutos después. Como era pronto para ir al hospital nos comimos la pizza (yo me la comí dando paseos por el pasillo y con una contracción 😅) pero a los cinco minutos de la última contracción, vino la siguiente, y a partir de ahí empezaron cada cinco minutos, así que nos fuimos directamente al hospital.
El hospital está a unos 20 minutos en coche de casa y ese día había un poco de atasco, por un momento pensamos que daba a luz en el coche. Pero fueron sólo 10 minutos y en seguida pudimos continuar. Eso sí, el viaje se e hizo larguísimo, pues las contracciones en el coche fueron muy incómodas. Para estar un poco más cómoda recliné el asiento y me sujeté al asidero del techo.
Una vez en urgencias las contracciones empezaron a ser fuertes. Menos mal que no tuve que esperar mucho ya que en seguida pasé a ver a una ginecóloga que me exploró. Aun no había dilatado, pero el cuello ya estaba borrado así que pasé a monitores, donde las contracciones empezaron a ser cada vez mas fuertes. Al cabo de una hora ya había dilatado 4cm, así que decidieron subirme a una habitación. Tras esta última exploración además rompí aguas y menos mal que fue en el hospital y no en casa o en el coche, porque tenía tanto líquido amniótico que tardé una hora en expulsarlo todo.
Antes de llevarme a la habitación entré en el quirófano, pues decidí ponerme la epidural. Aunque resultó un poco complicado porque tengo a columna un poco desviada y hubo unos momentos de tensión con el anestesista. Pero finalmente, gracias a la ayuda de una enfermera super amable, consiguieron ponérmela y al llegar a la habitación empezó a hacerme efecto.
Una vez en la habitación esperamos como otra hora hasta que dilaté por completo, esta vez más tranquila, y decidieron pasarme al paritorio. Mientras Rubén se preparaba para poder entrar yo empecé a hacer pruebas de pujos. Al principio costó un poco y cada vez que terminaba de empujar, el bebé subía para arriba, así que hubo unos momentos de incertidumbre pensando si habría que hacer cesárea. Pero al final no fue necesario, ya que decidieron usar ventosa y una matrona me ayudó a empujar sujetándome la tripa. Fue todo tan rápido que Rubén casi no llega y cuando entró al paritorio la cabeza ya estaba fuera. A las 22:30 del 5 de septiembre por fin descubrimos ¡que era una niña!
Aun recuerdo las sensaciones nada más verla. Lo primero que pensé es que se parecía a E.T. con unos ojillos negros super abiertos y unos mofletes enormes. Y la sensación de sentir su cuerpo caliente encima del mío no se me va a olvidar nunca. Hicimos piel con piel mientras me dieron los puntos (me hicieron episotomía y también me desgarró por dentro, así que estuvimos un buen rato) y después se la pusieron a Rubén mientras me desengachaban todos los cables y me ponían en una cama.
La primera noche no dormimos mucho ya que entre que me llevaron a la habitación, pusimos a la niña al pecho y yo intentaba hacer pis, tuvimos mucho trajín. Y la segunda noche no fue mejor, pues por culpa de las visitas África se alteró mucho y le costó dormirse. Mucha gente me recomendó que aprovecháramos el hospital para recibir visitas, pero yo sinceramente hubiera preferido que no viniese nadie, o al menos, no tanta gente, pues entre el cansancio, el estrés de dar el pecho las primeras veces hasta que se agarra bien, enfermeros y médicos que entrar a hacernos pruebas...Pero esto ya es una decisión personal.
Como mi recuperación fue buena, nos dieron el alta a los dos días. Aunque al día siguiente tuvimos un sustillo porque tardó en subirme la leche un día más, pero os lo contaré en otro post donde os hablaré de las primeras semanas y el dichoso puerperio, que ya solo el nombre se las trae...Ahora me voy a atender al bichillo que acapara todo mi tiempo.
El problema es que durante esos días cogí algo más de peso, aunque gracias a los paseos que di hasta entonces, fue el trimestre que menos engordé (en total fueron 17kilos) y también, al moverme menos, empecé a tener algunas molestias en la espalda y se me hincharon mucho los pies (consecuencia también del calor).
A pesar de las prisas que parecía tener, finalmente me puse de parto estando de 40 semanas y 4 días. Mi miedo (como el de toda primeriza, jajaja) era no reconocer los síntomas de parto, pero vaya si los reconocí. Ese día tuve monitores y revisión. Ya había escuchado que muchas mujeres se ponen de parto tras la exploración y en mi caso así fue. Quedé con el doctor en que si no me ponía de parto antes, ingresaría tres días después (en la semana 41) para provocarmelo. Pero nada más llegar a casa empecé a encontrarme rara. Intenté sentarme en la pelota de pilates para dejar programadas algunas entradas de blog, pero me encontraba muy incómoda, como con ganas de ir al baño. Al rato empecé con dolor de lumbares y tuve que dejar el ordenador para tumbarme, porque no aguantaba sentada. En seguida llegó Rubén y le pedí que preparase él a comida y pidió una pizza; como yo me encontraba tan mal no me importó. Entonces empezó la primera contracción, a las 15:40 y la siguiente 10 minutos después. Como era pronto para ir al hospital nos comimos la pizza (yo me la comí dando paseos por el pasillo y con una contracción 😅) pero a los cinco minutos de la última contracción, vino la siguiente, y a partir de ahí empezaron cada cinco minutos, así que nos fuimos directamente al hospital.
El hospital está a unos 20 minutos en coche de casa y ese día había un poco de atasco, por un momento pensamos que daba a luz en el coche. Pero fueron sólo 10 minutos y en seguida pudimos continuar. Eso sí, el viaje se e hizo larguísimo, pues las contracciones en el coche fueron muy incómodas. Para estar un poco más cómoda recliné el asiento y me sujeté al asidero del techo.
Una vez en urgencias las contracciones empezaron a ser fuertes. Menos mal que no tuve que esperar mucho ya que en seguida pasé a ver a una ginecóloga que me exploró. Aun no había dilatado, pero el cuello ya estaba borrado así que pasé a monitores, donde las contracciones empezaron a ser cada vez mas fuertes. Al cabo de una hora ya había dilatado 4cm, así que decidieron subirme a una habitación. Tras esta última exploración además rompí aguas y menos mal que fue en el hospital y no en casa o en el coche, porque tenía tanto líquido amniótico que tardé una hora en expulsarlo todo.
Antes de llevarme a la habitación entré en el quirófano, pues decidí ponerme la epidural. Aunque resultó un poco complicado porque tengo a columna un poco desviada y hubo unos momentos de tensión con el anestesista. Pero finalmente, gracias a la ayuda de una enfermera super amable, consiguieron ponérmela y al llegar a la habitación empezó a hacerme efecto.
Una vez en la habitación esperamos como otra hora hasta que dilaté por completo, esta vez más tranquila, y decidieron pasarme al paritorio. Mientras Rubén se preparaba para poder entrar yo empecé a hacer pruebas de pujos. Al principio costó un poco y cada vez que terminaba de empujar, el bebé subía para arriba, así que hubo unos momentos de incertidumbre pensando si habría que hacer cesárea. Pero al final no fue necesario, ya que decidieron usar ventosa y una matrona me ayudó a empujar sujetándome la tripa. Fue todo tan rápido que Rubén casi no llega y cuando entró al paritorio la cabeza ya estaba fuera. A las 22:30 del 5 de septiembre por fin descubrimos ¡que era una niña!
Aun recuerdo las sensaciones nada más verla. Lo primero que pensé es que se parecía a E.T. con unos ojillos negros super abiertos y unos mofletes enormes. Y la sensación de sentir su cuerpo caliente encima del mío no se me va a olvidar nunca. Hicimos piel con piel mientras me dieron los puntos (me hicieron episotomía y también me desgarró por dentro, así que estuvimos un buen rato) y después se la pusieron a Rubén mientras me desengachaban todos los cables y me ponían en una cama.
La primera noche no dormimos mucho ya que entre que me llevaron a la habitación, pusimos a la niña al pecho y yo intentaba hacer pis, tuvimos mucho trajín. Y la segunda noche no fue mejor, pues por culpa de las visitas África se alteró mucho y le costó dormirse. Mucha gente me recomendó que aprovecháramos el hospital para recibir visitas, pero yo sinceramente hubiera preferido que no viniese nadie, o al menos, no tanta gente, pues entre el cansancio, el estrés de dar el pecho las primeras veces hasta que se agarra bien, enfermeros y médicos que entrar a hacernos pruebas...Pero esto ya es una decisión personal.
Como mi recuperación fue buena, nos dieron el alta a los dos días. Aunque al día siguiente tuvimos un sustillo porque tardó en subirme la leche un día más, pero os lo contaré en otro post donde os hablaré de las primeras semanas y el dichoso puerperio, que ya solo el nombre se las trae...Ahora me voy a atender al bichillo que acapara todo mi tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario